martes, 29 de enero de 2008

La verdadera Heidi

Hay lugares que te llevan a hablar con personas a las que en cualquier otra situación no les habrías dirigido la palabra, como cuando estando de vacaciones te encuentras con alguien de tu misma ciudad o país y te hace una ilusión de la hostia; o como cuando esperas una cola de la leche para pagar algo. Aunque en este momento la conversación suele quedarse en un: “madre mía, qué cantidad de gente, ni que lo regalaran… ¿pero es que no van a poner a otra persona para que esto vaya más rápido?” que parece que ya tienes que tener preparado ese comentario porque si no la espera de la cola no sería lo mismo, como un ascensor sin su: “¡vaya frío que hace, madre mía”.

Los hospitales son sin duda, uno de estos sectores. Quizá por la cantidad de horas que acabas pasando allí, quizá por la soledad, o porque ante determinadas situaciones parece que te hermanas con todo el mundo… por lo que sea.

El otro día, mientras esperaba a que terminaran de hacer un escáner a mi abuelo, comenzó a hablarme una señora. Sola como estaba, esperó a la primera mirada y sonrisa que nos cruzamos para iniciar la conversación. Así tras un “ay hija qué mozona y linda estás hecha” siguió contando que tenía 88 años, que era del pueblo de las cebollas: Palenzuela… –yo pensé que mucha gente debía de venir de ese pueblo, porque las cebollas que se pillaban los fines de semana eran monumentales, pero no le pregunté a la viejecilla si los conocía, porque no sabía quiénes serían sus abuelos. Ya sabéis por eso de: sí, sí, el nieto La Paulita, o… la nieta el Vitorino- , …y que le había criado una cabra. ¡Jarl! ¿una cabra? Y ya me estaba imaginando yo a Blanquita aquella entrañable cabrita de Heidi con un delantal haciéndole la comida a una pequeña niña…

Una cabra sí… su madre murió a los cuatro días de que naciera ella, y su abuela, no encontrando nadie que pudiera darle de mamar fue al corral… y la niña creció lozana y contenta chupando de la ubre. Que te paras a pensar y joder, cuánta gilipollez hay ahora: que si esteriliza la leche, que si lava el chupete cuando se cae al suelo… ¡y resulta que teniendo por madre una cabra llegas tan fresco a ser octogenario!

La prueba de mi abuelo no acababa… y la buena mujer siguió relatándome su vida, su asistencia al cole, y los poemas que tenía que dedicar a la virgen durante el mes de mayo. Os parecerá increíble, pero me recitó unos cuantos, algo así como “virgencita del cielo, te ofrezo las flores nosequé de mi pecho…” bueno, no recuerdo las palabras exactas, pero la idea está captada, ¿no?

En realidad su cerebro había almacenado unos datos que no sé, quizá no fueran del todo importantes, ¡¡¡pero habían perdurado en su memoria 80 años!!! ¿Qué recordaremos nosotros cuando lleguemos a esa edad? Por mi parte, yo sigo sabiéndome de carrerilla la definición de rima que tuvimos que aprendernos en 7º de EGB y que por aquel entonces, reconozco, ni comprendía: “la rima es la igualdad total o parcial de los sonidos situados a partir de la vocal acentuada en dos o más palabras”. ¿Hasta cuándo seguirá en mi memoria? ¿Lo desterraré en pos de otras vivencias más importantes? ¿O cuántas cosas que me gustaría recordar se perderán en el olvido?

Sea lo que sea… me alegra haber conocido a la verdadera Heidi.

8 comentarios:

  1. A mi hermana de 4 años Heidi le gusta mucho, ni se te ocurra cambiarle el canal que se pilla un mosqueo alucinante. 1 saludo.

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  2. molan esas conversaciones con los abueletes.. siempre que no tengas prisas es aconsejable y muy recomendable prestar oídos a esas aventurillas..

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  3. ¡Qué entrañable la señora! Yo creo que esas cosas van y vienen deambulando por ese trastero que es la memoria, e igual estás años sin acordarte como luego afloran sin más esas vivencias.

    ¿Y cuando esa señora se muera se perderá su historia? A lo mejor, mientras te sigas acordando de ella... ¿quién sabe?

    Saludos!

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  4. Es curioso, ocurre mucho con la gente mayor, en cuanto les sonries. Creo q es el sentimiento de soledad y la necesidad de compartir.
    Hace tiempo escribí una entrada similar, tb sobre una anciana q me habló en la espera del ambulatorio, pero su historia no fue tan interesante.
    En cuanto a los recuerdos, creo q tiene su explicación neurológica, pero prefiero dejar espacio a la magia.

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  5. Las personas mayores tienen ese punto de añoranza del pasado,que nosotros aun no tenemos,pensamos que nos queda mas delante que detras.Seguramente cuando seamos mayores nosotros hablaremos de cosas como.... cuando yo era joven, la tele tenia carta de ajuste,solo habia leche entera y jugabamos a la peonza, el corro de la patata etc.

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  6. El otro dia lei en Microsiervos que habian descubierto que en realidad no recordamos los hechos vividos, sino que recordamos los recuerdos.

    Es por eso que al final pensamos que vivimos una cosa y es falso. No porque nos lo inventemos, sino por la mala transmision como en el telefono escacharrado.

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  7. Ya pero, esos recuerdos en algún momento tendrán que pasar de experiencia vivida a recuerdo ¿no? hummm no acabo de pillarlo

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  8. convivir 15 años con unas viejas :) te hace escuchar mil veces ciertas historias... los buenos y los malos recuerdos, a veces estúpidos,otros muy serios, son los que llegan a mentes de 90 años... Cuanto me gustaría escucharlos de nuevo.
    Yo a veces no me acuerdo de "nada"...

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