Si se
sigue criminalizando a la población acusándola de vivir por encima de sus
posibilidades, de ser una vaga, de no querer trabajar, de ser nazis e incluso de intentar dar
un golpe de estado...
Si se
la aísla socialmente condenándole a vivir de esa caridad cristiana en la que
muchas veces no entra la solidaridad; y a estar marginada…
Si se
juega con su vida quitando urgencias en el medio rural y servicios sanitarios en
general...
Si se
suben cada vez más los impuestos y tasas, pero los salarios bajan, si es que tiene…
Si se
la persigue con infinitas multas de tráfico…
Si se
desmantela la educación pública…
Si se
ríen de ella en sus narices…
Acabará
saltando y rebelándose para intentar sobrevivir.
Mientras
los gobiernos y mercados financieros siguen ejerciendo su violencia psicológica,
social y económica, el germen de la respuesta se incuba, y en un futuro, la población acabará
ejerciendo la única a la que le abocan, y la que le dejan, la física.
Cuando
la frustración no se canaliza y se sigue dejando las quejas para el bar o el salón
de casa; o cuando ante las protestas masivas hacia unas medidas concretas los
gobiernos, lejos de rectificar, se reafirman en ellas y siguen adelante; la
mecha salta, en cualquier momento, no se sabe cuándo, quizá por un acto insignificante, quizá ante una nueva aberración. Y se terminará esa cohesión y paz social que unos, ya rompieron hace tiempo.
¿Cuánto
aguantará la población antes de estallar?