Se cumple un año de la Cumbre de las Azores, aquella reunión que decidió el ultimátum al régimen de Saddam Hussein. Ese ultimátum que terminó en guerra declarada. Esa guerra declarada en favor de la libertad de un pueblo, en favor de la seguridad mundial y contra los miles y millones de armas de destrucción masiva.
Una foto, varias sonrisas y apretones de mano de George Bush, Tony Blair, Durão Barroso y José María Aznar. Actores con guión que consiguieron unir a millones de personas en España para salir masivamente a la calle gritando que no irían a la guerra en su nombre ni con su silencio; y que fueron ignoradas por el gobierno del partido popular.
Diez años después de la guerra, en Iraq han muerto más de 600.000 personas.
Diez años después, las armas de destrucción masiva volaron al país de Nuncajamás gracias a Campanilla.
Diez años después sale a la luz un vídeo en el que militares españoles denigran a prisioneros iraquíes.
Diez años después, desde Cachemira o Siria se preguntan por qué para ellos no vale el argumento de la libertad.
Diez años después. el mismo partido que estuvo en ese momento en el poder, también desoye las manifestaciones masivas en contra de sus decisiones.
Diez años después sigo avergonzándome de esta guerra que aún no tiene fin y que saca a la luz el papel del ejército español y su supuesta misión de asegurar la paz y protegernos de distintos enemigos.
Diez años después, el sentimiento de vergüenza por pertenecer a este país se agudiza