En una sociedad como la que vivimos en la que el culto a la juventud es extremo, lo mismo que el botox, cumplir años no es la cosa más agradable que te puede ocurrir. Arrugas, kilos de más o dificultad para encontrar un trabajo, parecen ser las lacras de soplar más velas. Atrás quedaron, o eso parece, las bondades de la madurez, el atractivo de las canas o la sabiduría que da la experiencia.
¿Qué nos ha ocurrido para que odiemos hacernos mayores? ¿el miedo a la muerte? ¿los asilos?
Pertenecemos a una cultura en la que si tienes más de 37 años ya no eres apta para dar el telediario, aunque te queden muchos, porque la esperanza de vida en nuestro país alcanza los 81,2 años; a una cultura en la que no queremos madurar ni crecer, pero una cultura que contradictoriamente está muriendo.
Nos guste o no, cada vez son más tirones de oreja los que nos dan, y las canas, pero dicen que es una alegría poder notar ese dolor punzante en las orejas y no arrancar esos pelos por miedo a que salgan 7 más, incluso si los niños ya se dirigen a ti como señora.