jueves, 15 de marzo de 2007

Recuerdos fotográficos y de infancia

Hace poco me preguntaron por esta foto, por quién era el niño y el perro que aparecían en ella. Por cierto, error en ambos casos, puesto que los dos personajes son de sexo femenino. La foto, a la que tengo un cariño especial, se tomó una primavera de hace ya unos 21 años, en un típico pueblo de Castilla de esos en los que hay más casas viejas cayéndose, que habitantes. Pero un pueblo en el que sin duda he dejado muchos de mis recuerdos de infancia.

Si no me equivoco fue antes de ayer, mientras paseaba, cuando algo me llevó a la cabeza a Dana, la perra que aparece en nuestra imagen. ¡Siempre me acordaré de cómo me sentía cuando me subía a su lomo! Jamás un mal gesto, un pequeño gruñido cuando la aburría con caricias o me acomodaba encima de ella cual caballo de madera. El roce del cuerpo del animal, el cariño que le tenía, será algo que jamás olvidaré: esas ganas de achuchar hasta casi romper los huesos, como esos abrazos que tanto le gustan a Gema.

Como la mayor parte de las historias que nos cuentan, y que no son americanas, la de Dana no tiene final feliz; a pesar de ser tan dócil, cuando tuvo cachorros alguien dijo que le había mordido. Nadie se planteó si era verdad, ni cómo esa persona se acercó a ellos. Y sus dueños, vecinos de mis abuelos, tuvieron que sacrificarla, y así, ese cachorro con el que iban a quedarse, que se llamaría Trumbo, quedó un poco más desvalido, igual que nosotros. Pero, como suele decirse de las personas, heredó el carácter de su madre. Y seguimos haciéndonos mayores con él.

Recordar mi infancia en el pueblo es recordar a estos animales. Trumbo, el cachorro que creció y que acompañaba a mi abuelo como si fuera su dueño en sus paseos por el monte, salía a darnos la bienvenida cada fin de semana que nos acercábamos a esos parajes de Castilla. Siempre he creído que era capaz de distinguir los motores de los coches, porque antes de entrar en la calle en la que estaba nuestra casa, él ya nos estaba esperando con unos ojos llenos de alegría. Incluso, por la noche, cuando volvíamos tarde de estar con los amigos, al bajar por la calle, siempre solitaria y un tanto oscura, podíamos verle esperarnos a la altura de la tenada de los pastores para protegernos a esas horas tan intempestivas de los mastines que siempre salían ladrando como locos al oír pasos.

Al igual que su madre, Trumbo no tuvo final feliz, y un día, cuando fue a dar la bienvenida a su dueño, éste no lo vio y lo atropelló. Fue sin duda una despedida cruel. Pensando ahora, quizás fuera en ese momento cuando comencé a darme cuenta de que la vida a veces es injusta. Pero a pesar de eso, es vida… y siempre me quedarán tan buenos recuerdos como éstos que os estoy contando.

5 comentarios:

  1. Al ver la foto me ha venido a la cabeza una foto muy parecida. Lo unico que los dos protagonistas eran masculinos. Uno se llamaba tarzán y el otro el que escribe.
    Practicamente la misma ropa, los mismos pelos alborotados, casi el mismo fondo (me imagino que tambien es la pared de una de esas casas de pueblo con un patio inmenso) y sobre todo la misma sensación de felicidad al estar con un perro que era más que otro perro en el pueblo.
    el de mi foto se llamaba tarzan y le haciamos las mismas putadas (sentarnos sobre el, tirarle del rabo,...) y tampoco tuvo un final feliz. Un dia desapareció y aunque no tenemos la seguridad, todos creemos que murio bajo las ruedas de uno de esos coches de hace mas de 18 años. Luego vinieron muchos más perros (cuqui, oso, oso 2,...) pero ninguno llegó a ser como tarzán, seguramente porque creces y los comienzas a ver como perros y no como fieles amigos
    Por cierto con tarzan tambien ocurria lo de reconocer el ruido de los coches.

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  2. Que bonito el post!
    Y qué casualidad otra vez, porque la foto que yo he colgado en mi blog es una imagen de mi pueblo. Pensaba ver vuestra reacción y luego contaros la historia, una que me contaba mi abuelo cuando era niña. Y la estuve recordando esta mañana. Creo que nos conocemos tanto que a veces hay cierta conexión en nuestros pensamientos.

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  3. La verdad es que sí que es bonito, y con ese toque agridulce que efectivamente nos brindan las casualidades a veces.

    Lo tiene que pasar mal el que atropella accidentalmente a su perro.

    Un saludo!

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  4. Siempre me encantó esta foto que tenías puesta en el salón de tu casa; estás para comerte...y la historia, muy linda

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  5. en mi historia también hubo una perra, Mimosa, mezcla de pastor alemán y perro lobo... la mejor perra del mundo, nos cuidaba, le guardaba las gallinas a mi abuela. Un día entraron a robar y le dieron con una azada en el lomo... se recuperó, pero quien fuera se quedó con las ganas, y la envenenó unos meses después. También hubo otros perros después, pero ninguno como Mimosa...

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