miércoles, 21 de marzo de 2007

Homenaje

Hoy me apetece hacer un homenaje a uno de mis bisabuelos, al que por suerte llegué a conocer. No es que la vida de los otros no fuera importante, simplemente por causas de la guerra, siempre me he interesado más por la de mi abuelo Ramón.
Son esas cosas que tienen las historias de esa época en la que no había más que miserias, miedos e ideales que probablemente, a la hora de la verdad, de poco valían.
Presidente de la casa del pueblo de esa aldea del Cerrato de la que hablé hace dos posts, mi abuelo era montanero. Palabra extraña lo sé, pero oficio al fin y al cabo: Hacían carbón vegetal en el monte.

Desafortunadamente la guerra llegó, porque no hubo lugar, por lejano que estuviera, que se librara de ella, e hizo olvidar que antes que los ideales están las personas, y que tras cada fusilamiento, paliza o calabozo se encontraba una familia destrozada. A mi abuelo Ramón le pilló trabajando en el monte, y allí fueron a buscarle. Obrero de izquierdas y presidente, como decía, de lo que ahora llamamos la UGT... no había manera de librarse en un pueblo lleno de caciques.
Prisión, y supongo que palizas -porque eso jamás me lo han contado- y una resolución, fusilarle junto a otros cuantos en la tapia del cementerio.

Esta vez, por suerte, la historia no acabó tan mal. La desesperación hace que te dé igual el miedo, harás cualquier cosa para que la persona a la que quieres no muera. Mi tatarabuela fue hasta el pueblo de al lado y logró que un familiar suyo, médico, intercediera por él. Se salvó del paredón. No de la cárcel.
A partir de ahí llegó la penuria, la suya, y la de una familia que no tenía de qué vivir, y más en un pueblo en el que todo el mundo sabía que eran de izquierdas.

Lo sé, no es más que otra historia de esas tantas que podemos escuchar a los pocos que quedan y que han vivido la guerra civil, pero esta vez, la de mi familia. Sí, Una historia más, triste, de un bando u otro, porque al fin y al cabo, todos fueron vencidos
.

6 comentarios:

  1. Sí, ocurre siempre que las historias de vencidos son las que más tocan a los hombres y mujeres de a pie, esos que no sabían ni en que bando tenáin que luchar ni apenas empuñar un fusil... tb tengo una similar de un tio-abuelo; también un médico le salvó en el camión de fusilamiento, ¿sería el mismo ángel guardián)

    ResponderEliminar
  2. Imagino que también conocéis la historia de mi bisabuelo Pablo, es por él que qiero poner ese nombre a mi hijo (si es q alguna vez tengo uno). Trabajaba en RENFE y era comunista e integrante de un sindicato en el pueblo. Se lo llevaron también a la cárcel. Nadie me ha contado si estuvo cerca del paredón o no. En cualquier caso, sus dos hijos (mi abuelo era uno de ellos) tuvieron que viajar como refugiados a Inglaterra y vivieron en una familia con otras 20 o 30 niños de la guerra.

    ResponderEliminar
  3. España está llena de estas historias... que no se deben olvidar, hay que recordar esas cosas para aprender, y no repetir errores en el futuro... Cuando veo la crispación política actual, me da un poco de miedo, la verdad...

    ResponderEliminar
  4. No, no se puede olvidar lo que hace la guerra, aunque supongo que en parte debemos empezar a superar... aunque por mi parte me resulta muy difícil

    ResponderEliminar
  5. Ojala no nos toque vivir nunca nada parecido. En mi casa existe una carta que mandó mi bisabuelo a mi bisabuela para despedirse, antes de morir fusilado. Cada vez que la leo me emociono y comprendo porque muchas heridas siguen aún abiertas.

    ResponderEliminar
  6. Las "batallas" de la abuela que me hacían llorar y abrazar a las viejas... y albergar la esperanza de que esta "paz" me sobreviva. Lo que dice Vagabunda Dharma es cierto, mi tía me contaba como les robaban todo, le vistieron a mi tío abuelo con un uniforme y un fusil, el único que podía con el y le vieron partir pero no volver.
    El abrigo de mi abuela, la mujer mas valiente y cabezota que conocí jamas, con sus agujeros de bala, porque había que comer hijo... Y en Madrid, al final no teníamos nada que llevarnos a la boca. Su mayor deseo era que sus nietos vivieran en Paz...
    Quiero creer que tenemos mas historia, que ese periodo de vergüenza.

    ResponderEliminar