
Violencias que asociamos a machos, violencias que se sobreentienden y autojustifican, porque en este tema, ellOS, tienen impunidad. Al fin y al cabo, son fogosos e impulsivos.
En ocasiones podría pasar, pero solo a veces, que una extraña rabia crezca por dentro, queme, e incluso violente a las mujeres. Debería ser una rabia que no acaba de salir porque a nosotrAs, se nos ha dado por hecho la contención, el asentir y callar para no crear más problema. La rabia está ahí por supuesto, a punto de estallar pero sin hacerlo del todo, okupando pensamientos, jurando en vano entre susurros y apretando puños.
Porque mientras los modelos han sido de freno o de aceleración, en lo que no se educa es en la superación de la frutración, en la resolución de conflictos ni en la verdadera aceptación de la diversidad física, sexual o de pensamiento. La educación en valores está de moda, pero como el nivel de inglés medio, es abundante, y casi siempre unas vacuas pero bonitas palabras en el currículum.
Mientras, la violencia campea a sus anchas en silencio o a caballo de machos con lanza cuyas hormonas, y solo estas, tienen la culpa de todo. Pobres... al fin y al cabo son hombres.