Hace
escasos meses la plaza mayor de Palencia se convirtió en una improvisada plaza
de toros en la que el diestro Carlos Doyague ofreció unas clases de toreo para los niños, y
presumiblemente también para las niñas.
En un
momento en el que las corridas de toros están en el punto de mira de la opinión
pública por el maltrato animal que suponen, y en el que el gobierno ha
recortado brutalmente las ayudas a la cultura, esta actividad para párvulos,
subvencionada por el Ayuntamiento de la ciudad, cuanto menos sorprende.
Con la
excusa de la promoción del arte del toreo, la alcaldía se posiciona directamente no solo a favor de
perpetuar las corridas, sino de que los y las menores aprueben la muerte
gratuita de un animal como espectáculo.
Ciertamente
las corridas de toros han sido un elemento de la cultura española y el toro un
símbolo para el arte, sobre todo a las cinco de la tarde, cuando las heridas
quemaban como soles, a las cinco de la tarde.
¿Pero
realmente es la cultura, como sugieren muchas de las personas defensoras del
toreo, algo inamovible? Si el ser humano no hubiera evolucionado la esclavitud
seguiría siendo una realidad permitida e iríamos aún a ver al circo combates
entre gladiadores que acabarían con la muerte de quien no vence.
Hace
décadas no parecía necesario plantearse si tirar una cabra desde un campanario
era una salvajada, y sin embargo, por suerte, hemos avanzado –al menos hay
quienes sí lo han hecho- y ahora resulta una tradición incompresible y
repudiable.
Parece
que ha llegado el momento de la revisión de las corridas de toros como elemento
perpetuable o no en nuestro espacio cultural. En contra corren las voces de
aquellas personas conservadoras e inmovilistas que en muchos casos han tomado
una posición ideológica claramente identificable: la de una España unida,
tradicional, de toros y como solía añadirse, y pandereta.
Quizá
aquellos que desde el concejo enarbolan la palabra cultura para realizar y
justificar esta actividad, un día nos sorprendan con que la plaza mayor de
Palencia se ha convertido en un improvisado ateneo de cualquiera de las artes
escénicas. Simplemente quizá la cultura, un día, tenga un
espacio en esta pequeña y conservadora ciudad.