La
noticia más triste de los últimos días es sin duda el suicidio de un jubiladogriego, desesperado por los recortes que ha ido sufriendo su pensión y su calidad
de vida; por la subida de gastos, como los de las medicinas, ya no
subvencionadas, y la determinado a no dejar deudas a su hija.
En una nota
de suicidio hallada en uno de los bolsos de su abrigo el hombre dice “Creo
que esa juventud sin ningún futuro se levantará algún día en armas y colgarán a
los traidores de este país en la plaza Syntagma, justo como hicieron los
italianos con Mussolini en 1945". Con esta llamada a tomar las calles, se
pone de nuevo sobre la mesa, si es que alguna vez se recogió, las críticas a la
violencia que se está produciendo en Grecia, y que tanto se temía en España durante
la Huelga General del 29M para que no se desprestigiara la imagen de este país.
Sin embargo, habría quizá que recordar que el término
violencia no sólo puede referirse a una agresión física, sino que también
existe una violencia social, económica y psicológica, que sin duda, tanto
mercados como gobernantes están empleando contra la ciudadanía.
Violencia social en los hechos de aislar a los más
desfavorecidos vulnerables, de recortar en educación con la consiguiente merma
de oportunidades para alcanzar estudios superiores, o trabajos más cualificados;
o de recortar en sanidad dejando que la salud pertenezca a un grupo
privilegiado.
Violencia económica, entendida como toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica
de la víctima, y que se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a
controlar el ingreso de sus percepciones económicas.¿No es acaso ésta empleada
a través de recortes, reformas, subida de tasas, etc., que no afecta a toda la
ciudadanía por igual, y que nos hace depender del estado, o de un trabajo mal
pagado, sin derechos laborales reales, que aceptamos porque si no, otra persona
lo cogerá?
Y por último,
la violencia psicológica, esa que va mermando nuestra autoestima, que nos va
haciendo creer lo inútiles que somos, lo poco que nos gusta trabajar, nuestra
falta de competitividad, lo poco que emprendemos, nuestra culpa por vivir por
encima de nuestras posibilidades, o porque con nuestras protestas estamos
llevando a este país a la ruina.
Clases
de violencia hay muchas, pero lo cierto es que, el empleo de cualquiera de sus
tipos engendra más violencia.