martes, 14 de diciembre de 2010

Ganar la partida al miedo y volver a perder

Miró nerviosa el reloj y las paradas de metro que aún le quedaban. Las tres y media... tenía tiempo de sobra. Se intentó relajar en el asiento pero no podía. Iba a ir... se había decidido... le vería y le daría un sorpresa. ¿Pero a él le gustaría? tenía miedo de que para él fuera un estorbo, de que se hubiera olvidado de ella. Se habían intercambiado muchos mails durante estos meses y él siempre le decía que lo mucho echaba de menos estar con ella, pero la inseguridad a veces era más poderosa que las palabras electrónicas.
Se habían conocido en verano. Ella, un tanto perdida, sin saber qué rumbo seguir, había decidido pasar el verano en el pueblo de su tía. Había ido muchos veranos de pequeña, y recordaba ese tiempo con nostalgia y felicidad. Estaba segura de que allí se reencontraría consigo misma.
Tranquilidad, naturaleza, reflexión y Dani. Lo había visto por primera vez en uno de sus paseos por el campo. Se dijeron un simple "hola" y cada uno siguió su camino. Un día después, yendo a comprar el pan él estaba sentado a la sombra con un grupo de chicos y chicas. "ey, ¿quieres sentarte con nosotros?" azorada y sorprendida sólo pudo decir que no, que tenía prisa.
Prisa en un pueblo de Castilla... dos cosas incompatibles.
Por supuesto, dos días más tardes volvieron a toparse en un camino pedregoso. Y esta vez sí se pararon a hablar. "¿eres nueva en el pueblo?" "¿qué haces por aquí?" "¿por qué no vienes luego con nosotros?"
Y así empezó todo. Un verano maravilloso, que como todos, tiene un fin.
Él se iba a Dinamarca de Erasmus, ella regresaba a Valladolid con varias promesas: te escribiré, te echaré de menos, no te olvides de mí (tú tampoco)... iré a verte, lo prometo.
Tres meses habían sido necesarios para reunir fuerzas, vencer inseguridades y miedos,  y dinero para comprar un billete a Dinamarca.
Lo tenía todo planeado. Antes de facturar le llamaría para decirle que en unas horas estaría en el aeropuerto de Copenhage... si notaba algo raro se echaría atrás se decía... pero no tenía por qué ser así, él había insistido varias veces.
Salió del metro, avanzó hasta la terminal y vio el revuelo. Miles de viajeros inquietos gritaban, caminaban de un lado a otro sin rumbo, exigían... no entendía nada.
Se acercó como pudo a un mostrador lleno de gente y allí lo oyó: "huelga de controladores" "sí, sin avisar", "parece que no va a poder volar ningún avión", "no, ni siquiera aterrizar" "no sé hasta cuando" "...vuelos perdidos...", "lo podrán cambiar"... "no, hoy imposible".
Cogió la maleta y dio media vuelta. Seguramente era mejor así.