Ocupando generalmente uno de los bolsillos del pantalón vaquero de los chicos, y transportado en bolsos de diferentes tamaños, colores y estilos en las chicas, el teléfono móvil nos acompaña en cada una de nuestras salidas: ya sea camino del trabajo, para ir de viaje, hacer la compra, tomar café con un amigo –donde ocupa hasta un sitio de la mesa-, o salir de fiesta… está claro que ha podido ver tantas borracheras como nosotros, e incluso ha podido ser fruto de ellas (“mierda, ya perdí el móvil ayer, si es que no se puede ir tan pedo…).Y es que… ¿cuántas veces hemos cambiado ya de móvil? ¿tantas como de compañía? ¿tantas como las que nos hemos aburrido de él y hemos decidido tener un terminal más fashion y moderno? La telefonía móvil va acorde también a la moda, no podía ser menos, si hasta Jordi Labanda diseña carcasas y… seguro que en breve Cristiano Ronaldo saca un modelo que se llama CR9 con motivos de balones de fútbol o calzoncillos.
Pero no sólo nos movemos con él como si se tratara de nuestro mejor amigo, sino que en casa lo tenemos al lado constantemente. En realidad podemos decir que un celular, como dicen por Latinoamérica, pasa más tiempo con nosotros que nuestra pareja. Y si ya en casa teníamos suficiente con tres o cuatro mandos en el regazo (sobre todo en el caso de los hombres) ahora hay que añadir un aparato más. No vaya a ser que nos llamen y no lo oigamos o… nos tengamos que levantar.
¿Hay algo tan importante que nos tengan que decir? ¿es tan indispensable el móvil?
Si lo pensamos detenidamente, podemos usar el móvil hasta una media de 5 veces al día entre mensajes y llamadas (sin contar que sea tu herramienta de trabajo), que pueden llegar a subir a 10 un fin de semana. De esas 55 veces, ¿cuántas es por verdadera necesidad? Y de esos 7 días, ¿cuántas era indispensable tenerlo junto a nosotros?
En realidad… probablemente la respuesta en un 90% de los casos sea ninguna.
Aún así, e incluso a pesar del alto precio de las tarifas a las que los españoles estamos sometidos por las tres principales compañías de telefonía móvil , seguimos haciendo uso de sus servicios, no sólo compulsivamente, sino de manera ostentosa.
Toooooodo el mundo habla por el móvil por la calle, casi todo el mundo interrumpe reuniones de trabajo, e incluso clases a las que asiste porque suena el dichosito timbre que puede ir desde una canción de Chenoa hasta el himno de la Alegría pasando por una frase obscena de Padre de Familia.
¿Dónde quedó la educación? Puede que los límites del uso del móvil no se hayan definido aún; y si bien sabemos que en las clases de coles e institutos, está prohibido para los alumnos, una vez superada esa barrera, se pueden oír timbres chillones por todas partes, independientemente de la situación en la que estés. Si a los alumnos se les castiga por llevar el móvil a clase… ¿Tiene sentido que en una reunión de padres, a éstos les suene el aparato?
Cine, teatro, consultas médicas… e incluso en las iglesias. Suena que te suena en cualquier sitio público. Y el problema no es sólo ese, sino cuando alguien lo coge. Entonces empezamos a oír una infernal conversación que no nos interesaba en absoluto, pero que quieras o no, te vas a tragar, de Pe a Pa, pasando por Pu, Pi y hasta por Po… con sus momentos más escabrosos. ¿Hablamos así de alto en una conversación cara a cara con alguien o al móvil subimos el tono de voz un 300%?
Porque a veces da hasta vergüenza ajena, tú no quieres escuchar nada, de verdad, a ti te gustaría concentrarte por ejemplo en el libro que estabas tan tranquilamente leyendo en el tren; pero de repente, a tu compañero de asiento se le ocurre la feliz idea de llamar a algún amigo porque se aburre (qué lejos quedó el: me llevo el móvil por si pasa algo del que hablábamos al principio; ahora es más un: me llevo el móvil por si no pasa, así no me aburro”. ¿qué te importa a ti saber si ha ligado con fulanito, si se ha comprado unas medias color burdeos, o si su madre le ha comprado una pulsera de oro a su sobrina? Nada…
De momento… el matrimonio seguirá muchos años: con el móvil… en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza… hasta que la muerte nos separe; o la cobertura.