
Y por supuesto no podemos dejar de mencionar el Cristianismo, y con él la llegada de las ansiadas vacaciones de Semana Santa; como tradicionalmente sabemos, Jesús muere el Viernes Santo y el mundo se mantiene triste, sin luz e incluso sin alma; sin embargo, tres días más tarde, resucitará y todo será bueno: volverá a nacer. Se celebra la victoria del Dios de la luz, sobre la muerte (la oscuridad), de la primavera frente al invierno.
Desde luego todas las culturas celebran de algún modo este equinoccio, pero sin duda es la mitología griega la que nos da la historia más bonita sobre el resurgir de esta estación:
EL RAPTO DE PERSÉFONE
Cuentan que en el sureste de Europa hubo un tiempo en el que reinaba la eterna primavera. La hierba siempre era verde y espesa y las flores nunca marchitaban. No existía el invierno, ni la tierra yerma, ni el hambre. La artífice de tanta maravilla era Démeter, la cuarta esposa de Zeus, el Dios de los dioses.

Deméter, enloquecida al no encontrar a su hija y con una antorcha en cada mano, emprendió una peregrinación de nueve días y nueve noches para buscarla. Al décimo día el Sol, que todo lo ve, se atrevió a confesarle quién se había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Démeter decidió abandonar sus funciones y el Olimpo. Vivió y viajó por la tierra. Pero al descuidar sus tareas, al privar a los campos de su mano fecunda, la tierra quedó desolada y sin ningún fruto.
Ante este desastre, su marido se vio obligado a intervenir pero no pudo devolverle la hija a su madre: Perséfone ya había probado el fruto de los infiernos, una granada ofrecida por su nuevo marido Hades, lo que hacía que le fuera ya imposible abandonar las profundidades y regresar al mundo de los vivos. Sin embargo, la sabiduría de Zeus hizo que se pudo llegar a un acuerdo: una parte del año Perséfone lo pasaría con su esposo y, la otra parte, con su madre.
Así, cuando Perséfone regresa con su madre, Démeter ésta muestra su alegría haciendo reverdecer la tierra con flores y frutos. Haciendo regresar al mundo la primavera. Por el contrario, cuando la joven desciende al subterráneo, el descontento de su madre se demuestra en la tristeza del otoño y el invierno.