Llamaron a la puerta pero no contestó.
No esperaba visita alguna, ¿para qué levantarse entonces? La importunarían. No sería más que publicidad. Querrían venderle algún cachivache inútil, o hacerle alguna encuesta, ¡o peor!, soltarle un rollo religioso.
Volvieron a llamar. Bueno… quizá fuera algún amigo que hacía tiempo que no veía y había ido a darle una sorpresa… No, imposible. Todos sabían que no le gustaba aquello que no fuera habitual en el día a día de su vida.
Pero… ¿y si le iban a vender algo que le hacía falta? ¿Y si resultaba que el comercial era guapísimo y se enamoraba de ella? ¿y si la encuesta era de algún tema interesante y ella podía demostrar todos sus conocimientos y lo culta que era? ¿y si podía desenmascarar una secta religiosa peligrosa? ¿y si…?
Resuelta se levantó del sofá, atravesó el pasillo y abrió la puerta de entrada. No había nadie, había tardado tanto tiempo en decidirse que quienquiera que hubiera llamado, había abandonado toda esperanza de que le abrieran.
Un poco decepcionada regresó al sofá. Seguramente no quisieran más que venderme una enciclopedia que jamás voy a consultar, o de hacerme una encuesta aburrida sobre el uso del teléfono móvil, o aburrirme sobre la salvación del mundo… - pensó-. Así que se acurrucó de nuevo en el sofá y se tapó con la manta para seguír viendo algún concurso insulso en la televisión, como hacía día tras día