miércoles, 29 de octubre de 2008

Secretos de bolsillo

Tiene usted razón Señor Otoño, me ha costado mucho saludarle. Durante un mes he vuelto la cabeza cada vez que le veía para ignorarle, pensando que así no aparecería. Al igual que cuando los niños pequeños esconden la cabeza y creen, que como ellos no ven a la persona, ésta no puede saber tampoco dónde están... pero esta semana está claro que no puedo negar más su presencia.

Señor Otoño: ¡Bienvenido! le esperaba... sin ganas, no nos vamos a engañar. Por su culpa ahora me toca todo lo que había ido prolongando... lavar, planchar y guardar tooodas esas ropas que ya no me pondré hasta el año que viene. Que sepa que si me vuelvo un poco maruji es sólamente por su culpa, y de nadie más.

Pero bueno, su estación también tiene cosas buenas, como esos montones de hojas secas que se acumulan en el suelo, por los que cuando tengo la ocasión paso arrastrando los pies y notando así el crujido y el olor a polvo o humedad; o el llegar por la noche a casa con un frío que pela y meterme en la cama y acurrucarme al calor de todas las mantas. ¡Porque no nos engañemos señor Otoño, usted nos viene siempre por aquí con unos aires gélidos que para qué hablar!

Y por supuesto, ese desempolvar todos los abrigos que estaban olvidados en la memoria del armario, tapados y llenos de un antipolillas que hace que arrugues un poquito el ceño cada vez que te los pones; y meter las manos en los bolsillos, sobre todo si aún no has sacado los guantes, y descubrir pequeños recuerdos del año anterior. Normalmente suelen ser pañuelos de papel arrugados (que tiras a la basura al momento), pero también puedes topar con alguna moneda y papeles que te retrotraen a algún momento pasado: una entrada de cine, de un concierto, el número de teléfono de alguien que ni te acuerdas de quién era, o qué se yo, un billete de tren.

A veces las cosas que nos encontramos son realmente curiosas, sin ir más lejos, el otro día descubrí un monedero que andaba perdido en algún cajón, al abrirlo descubrí una entrada de una piscina municipal, ni idea de qué año era, ni de la cidad, pero asombrosamente era una entrada de discapacitado o jubilado.Hummmmmm, ¿qué hacía eso allá? ¿realmente era mía? y lo peor, ¿cómo es que no me acordaba?

Lo dejaremos en un misterio por resolver... ¡y sin ningún comentario! y veremos qué me encuentro este año en algún bolsillo de los abrigos.

8 comentarios:

  1. A lo mejor es de cuando ten'ias s'olo una pierna jeje

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  2. muy cierto, esas pequeñas sorpresas que nos encontramos en los bolsillos..

    bueno por lo menos te harían descuento en la entrada?

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  3. a ver si aparecen euros... suerte!

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  4. A mí me ha ocurrido el encontrar un billete de bus o un ticket de alguna compra del año anterior, mirar la fecha que pone e intentar recordar paso a paso lo que hice aquel día... mola.

    Un saludo, Gruntal
    xxx

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  5. has dicho casi todo lo que me encuentro cada otoño en mis abrigos y bolsos, te falta ese tarrito de vaselina de olor a frutas que solo usas cuando hace frio...

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  6. Oye... y no será que le mangaste a un abuelito cojo la cartera???
    Jeje, un beso bonita!

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  7. uhm se lio con un discapacitado? ;)

    si, es buenisimo lo de los bolsillos,
    especialmente cuando sale un trocito de pasti !!!!

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  8. La entrada esa es de un dia que fuimos juntas a la piscina, porque recuerdo que nos descojonamos con la broma...

    El otoño ya ha llegado sí, ya lo noto en el cuerpo y empiezo a ponerme triste.

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