Intentaba hablar, pero no le dejaba. Cuando por fin consiguió pronunciar una palabra el doctor ya había cerrado tras de sí la puerta. “Pero….” Su voz quedó amortiguada entre las cuatro paredes del pasillo.
¿Unas gafas? ¿unas gafas le sacarían de la depresión? Extraño remedio para que lo diera un psicólogo. Y en realidad, él nunca había tenido problemas de visión. Pero, le haría caso, al fin y al cabo él era el profesional. Examinó con cuidado el papel, letra de médico sin duda… al final pudo descifrarlo: Calle Buen Camino nº 9. Alargó la mano para llamar la atención de algún taxi.
Olía a polvo. Era una tienda antigua, pequeña, si no hubiera sido porque tenía la dirección exacta, habría pasado de largo sin darse cuenta de que existía. De repente, un hombrecillo salió de alguna parte, le observó unos momentos y comenzó a hablar. “ah… usted es el hombre que viene de parte del doctor Hernández sí… ya veo cuál es su problema… Creo que estas gafas le vendrán bien, no… espere, espere… creo que tengo unas mucho mejor, a ver…. Sí, le sentarían mejor, muchísimo mejor”.
De nuevo cada vez que intentaba decir algo le interrumpían, era abrir la boca, y ¡plaf!, el dependiente volvía a hablar. “Pruébeselas sí… ve mucho mejor ¿verdad? Claro, claro… No se preocupe, la factura la pagará dentro de 10 días, en la consulta del doctor. Sí, si hubiera algún problema entonces las descambiaría y no tendría que pagarlas. Buen día amigo”.
“Pero…” y de nuevo sus palabras chocaron ante una puerta cerrada. El cristal le dio un reflejo de él mismo. Eran unas gafas extrañas, como antiguas, y muy ligeras. Se sentía bien con ellas, y comenzó a caminar rumbo a casa.
De repente comenzó a ver las cosas desde una perspectiva distinta, todo resultaba mucho más agradable, más sencillo, más feliz. No veía más que buenas acciones, que belleza. Se sentía bien.
Al llegar a casa besó a Paula. “Te veo distinto cariño, estás sonriendo… llevabas sin hacerlo desde que te echaron de la fábrica…” Ni siquiera se había dado cuenta de las gafas, era más importante que sonriera.
A los diez días volvió a la consulta del médico. Esta vez sí pudo hablar. "Doctor, ¡¡tenía razón, no debía de ver bien, ha dado con el remedio, al final resulta que era miope!!! "
El psicólogo sonrió, las gafas de la felicidad siempre daban resultado.
A los diez días volvió a la consulta del médico. Esta vez sí pudo hablar. "Doctor, ¡¡tenía razón, no debía de ver bien, ha dado con el remedio, al final resulta que era miope!!! "
El psicólogo sonrió, las gafas de la felicidad siempre daban resultado.

Me encantó el relato. En verdad la vida es mejor o peor según con los ojos con que la mires.
ResponderEliminarsaludillosss.
Muy bonito el relato.
ResponderEliminarSegun el yoga y el budismo el objetivo del ser humano es eliminar las impurezas de nuestra vision para observar la realidad tal como es. Asi que en vez de gafas, yo opto por operacion con laser, ;-)
UN post delicioso!
ResponderEliminarMe ha encantado. Precioso!
Voy a ver si encuentro esa calle... Todo será aprender a mirar las cosas desde otro punto de vista, como con otras gafas...
ResponderEliminarSaluditos
Gavi
Podría servir también sin gafas, con, pongamos el caso, un sombrero o gorra. Lo digo porque a mi si me ofrecen unas gafas le envio a la mierda, que yo si que no veo un pijo sin las mías. Y no me gustaría perder-me un artilugio que me ayude a ver la vida desde una perspectiva todavia mejor, jejeje.
ResponderEliminarbesos, Oscar
Muy lindo el posto. De verdad que con las gafas de la felicidad, las cosas se ven de otro modo. Todo es la actitud.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Nos vemos prontito!
Para cuando las fotos de Bolivia en tu blog?
ResponderEliminarMe tiene que pasar todas Bea así que de momento tendrás que esperar. Eso sí, en cuanto me las dé las meto en el blog...
ResponderEliminarVenga Eli no me pongas de excusa que yo ya te las di; lo que pasa es que has perdido 4....
ResponderEliminargenial el post xiqueta!!!
ResponderEliminarBesinos