O cómo retomar el propósito que me hice de escribir una entrada sobre cada sentido.
Me gusta abrir la ventana de mi habitación y mirar al exterior cuando me levanto. Es curioso todo lo que se puede aprender de una ciudad y de sus gentes con tan sólo observar.
Te apoyas en el marco y bajas la mirada al suelo con una curiosidad que varía según el frío que haga fuera, aunque con una bata de lana y unas buenas zapatillas se aguanta todo. Y notas cómo cambia la ciudad según la hora, el día y las fechas en las que te encuentres.
Disfruto mucho cuando abro la ventana los domingos y veo la tranquilidad con la que todo el mundo se está tomando las cosas ahí abajo: la gente que baja a comprar el periódico, a pasear el perro, los niños que vuelven de misa y van directos a comprar gominotas, porque no lo olvidemos, Palencia sigue siendo una ciudad de tradiciones, y la mayoría de las madres mandan a sus hijos a la iglesia cada festivo; a pesar de que ellas no vayan, y probablemente ni crean.
Los sábados en cambio son completamente distintos a pesar de que mucha gente tampoco trabaje. Tengo un mercado de abastos en frente de mi casa, y ese día por la mañana se llena de toda la gente que no puede hacer la compra los días de diario, o que simplemente espera al sábado porque tiene más tiempo. Los carros, las voces, los saludos de las mujeres, porque no nos engañemos, casi toda la gente que va es de sexo femenino, como decía… Palencia sigue siendo tradicional. El color cuando de los camiones se descarga la mercancía, y el olor a fruta, carne, pescado, pan… reciente.
¿Y qué decir de los días de diario? Siempre me ha parecido que tienen un halo de misterio: Si entro a trabajar pronto, cuando abro la ventana la ciudad está dormida, a penas se oyen ruidos, y sólo se ve algún que otro ciudadano despistado, que como yo, sueña con haberse podido quedar un poco más en la cama. Shhhhhhhh, a veces da la impresión de que si nos paramos a escuchar detenidamente podríamos notar a la gente que resopla tranquilamente, sin preocupaciones bajo el calor de un edredón o junto a la persona amada.
En estas fechas… lo que observan nuestros ojos es como poco divertido. Las ventanas y tejados de las casas se llenan de luces de colores estrambóticas -algunas excesivas-, de papás Noeles trepadores con buenas o malas intenciones, porque nunca se sabe si están en actitud de robar la casa mientras nosotros nos confiamos de su bondad, o de traernos el regalo que siempre anhelamos; y de vaho, de ese que los niños quitan con la mano para poder ver el exterior y mirar, con el aburrimiento que provocan las vacaciones si no te dejan salir a la calle, si ahí fuera está nevando.
Me gusta abrir la ventana de mi habitación y mirar al exterior cuando me levanto. Es curioso todo lo que se puede aprender de una ciudad y de sus gentes con tan sólo observar.

Disfruto mucho cuando abro la ventana los domingos y veo la tranquilidad con la que todo el mundo se está tomando las cosas ahí abajo: la gente que baja a comprar el periódico, a pasear el perro, los niños que vuelven de misa y van directos a comprar gominotas, porque no lo olvidemos, Palencia sigue siendo una ciudad de tradiciones, y la mayoría de las madres mandan a sus hijos a la iglesia cada festivo; a pesar de que ellas no vayan, y probablemente ni crean.
Los sábados en cambio son completamente distintos a pesar de que mucha gente tampoco trabaje. Tengo un mercado de abastos en frente de mi casa, y ese día por la mañana se llena de toda la gente que no puede hacer la compra los días de diario, o que simplemente espera al sábado porque tiene más tiempo. Los carros, las voces, los saludos de las mujeres, porque no nos engañemos, casi toda la gente que va es de sexo femenino, como decía… Palencia sigue siendo tradicional. El color cuando de los camiones se descarga la mercancía, y el olor a fruta, carne, pescado, pan… reciente.
¿Y qué decir de los días de diario? Siempre me ha parecido que tienen un halo de misterio: Si entro a trabajar pronto, cuando abro la ventana la ciudad está dormida, a penas se oyen ruidos, y sólo se ve algún que otro ciudadano despistado, que como yo, sueña con haberse podido quedar un poco más en la cama. Shhhhhhhh, a veces da la impresión de que si nos paramos a escuchar detenidamente podríamos notar a la gente que resopla tranquilamente, sin preocupaciones bajo el calor de un edredón o junto a la persona amada.
En estas fechas… lo que observan nuestros ojos es como poco divertido. Las ventanas y tejados de las casas se llenan de luces de colores estrambóticas -algunas excesivas-, de papás Noeles trepadores con buenas o malas intenciones, porque nunca se sabe si están en actitud de robar la casa mientras nosotros nos confiamos de su bondad, o de traernos el regalo que siempre anhelamos; y de vaho, de ese que los niños quitan con la mano para poder ver el exterior y mirar, con el aburrimiento que provocan las vacaciones si no te dejan salir a la calle, si ahí fuera está nevando.
Y vosotros, ¿qué veis por vuestra ventana?
ResponderEliminaryo la ventana que veo más horas es la de mi despacho... cuando no hay niebla, veo hasta el monte el viejo, chopos que hasta hace unos días estaban dorados por el otoño, gente que viene a estudiar, siempre van o vienen a la yutera, de paso, riendo, serios, flirteando, quedando para tomar unas cañas, dejándose apuntes... vida
ResponderEliminarYo lo primero que veo, a lo lejos, es la bella y fantasmagórica silueta del cristo del Otero... aunque cada vez menos por los edificios que están construyendo... también me encanta mirar cuando llueve, siempre me da la sensación de que se van a rebosar las alcantarillas y que nos vamos a inundar y que vamos a tener que ir en balsas...¡qué guay¡. También, cada 2 meses aproximadamente, veo darse una "oblea" a 2 coches en el cruce peligroso de enfrente, no falla¡. También veo a los jóvenes y parejas que llegan el sábado a las tantas...cuando llego de madrugada(ironía),miro por la ventana mientras escucho música o bajo alguna canción de las que escuché por la noche por ahí... y sobre todo veo que "todo cambia y algo permanece"(lo acaban de decir por la tele, pero viene a cuento)
ResponderEliminar¡¡¡Espero que lo que no permanezcan sean las obleas!!!!
ResponderEliminarCuando no puedo dormir, también suelo mirar por la ventana de la terraza. Esta costumbre es mucho más común (y cuerda) en los días de verano y me encanta imaginar historias para la gente que pasea por la calle a tan altas horas de la madrugada, la que vuelve en coche, la que vive detrás de una ventana en la que aun hay luz. Pero debo decir que lo heredé de mi madre.
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