Según la RAE en su quinta
acepción, JUVENTUD es energía, vigor y frescura. A Juventud se asocian palabras
como edad dorada, felicidad, locura, futuro por delante, o comerse el mundo. En
palabras de Rubén Darío: “Juventud divino tesoro, ya te vas para no volver”.
No se puede negar negar
además que existe en nuestra sociedad un culto por esta etapa, una idolatría.
Todo el mundo quiere volver a ser joven, nadie quiere tener arrugas o años que
se noten: “la mayor desgracia de la juventud actual es ya no pertenecer a ella”
decía Dalí. ¿En serio? En realidad, si pensamos en un joven o una joven
actuales, ¿querríamos volver a tener esa edad? ¿A vivir con las palabras que
AHORA asociamos con juventud: FORMACIÓN, PRECARIEDAD, PARO, FALTA DE PORVENIR,
EXILIO?

La situación de Palencia
desde luego, no es mejor. Una ciudad pequeña donde las posibilidades de trabajo
son nulas, y las de un empleo precario que nos permita malvivir, escasas. Una
ciudad donde no hay posibilidad de independencia personal ante la falta de
independencia económica; y una ciudad que además carece de unas políticas
efectivas en materia de juventud y donde la oferta cultural y de ocio asequible
e interesante más allá del entretenimiento nocturno que deriva en tomar unas
cañas, brilla por su ausencia.
PALENCIA NO ES CIUDAD
PARA JÓVENES. Ante tamaña situación, la única solución que parecen dejarnos es
la marcha. A Valladolid con muchísima suerte; a Madrid, Barcelona u otras
ciudades grandes de la península con suerte, y si no, a cualquier otro punto
del globo: Reino Unido, Alemania, Australia o Latinoamérica, por decir algunos.
“Una sociedad que aísla a
sus jóvenes, corta sus amarras, está condenada a desangrarse” (Kofi Annan,
anterior secretario de Naciones Unidas).