Estas Navidad los Reyes me trajeron el libro de los abrazos, de Eduardo Galeano. Abriendo una página al azar me topé con un pequeño relato sobre las desmemorias:

He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero".
Ahora que se está produciendo el Juicio a Garzón imputado por un supuesto delito de prevaricación en la investigación de la trama Gurtel, y teniendo pendiente a su vez otra causa abierta por la investigación de los crímenes franquistas, el debate sobre la memoria histórica ha vuelto a abrirse con fuerza.
Sin lugar a dudas la memoria es necesaria en la historia para comprender el mundo en el que vivimos, para saber de dónde venimos y a dónde podríamos llegar; y en nosotros mismos para avanzar y aprender de nuestros errores.. Pero cuántas oportunidades quedan valdías por una mala experiencia y por el miedo a que nos suceda lo mismo. cuántos besos, te quieros, miradas y palabras sensuales se perdieron por temor a ser rechazados una vez más y sufrir lo que otros ya nos hicieron.
A veces sería mejor desmemoriarnos para atrevernos a vivir más felices, para ser ingenuos y candoros. Pero como dice Galeano, yo no lo quiero.
Al volver la página del libro de los abrazos había otro texto:
la Desmemoria/2
El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria.