Próxima estación Esperanza

Me gusta viajar en tren.
Ese pequeño traqueteo, el mirar por la ventana y ver pasar los campos, levantarme mientras me tambaleo, y las pequeñas conversaciones que tiene la gente en los asientos de al lado. Pero sin duda, lo que más me atrapa es llegar a cualquier estación y observar a la gente despedirse… o reencontrarse.

Los niños que dicen adiós a los que se van, los padres que despiden a sus hijos, los enamorados, los viejos amigos que han ido a visitar a aquel que encontró trabajo en otra ciudad… y todo lo que conlleva: Los besos, los abrazos, la alegría o la tristeza, esos cálidos “hola-cuánto tiempo-qué guapo estás-no sabes las ganas tenía de verte”, esos abrazos que casi te dejan sin aliento y aquellos tórridos besos de despedida… o esas frías palabras de adiós nacidas de un no saber qué decir cuando comprendes que es un adiós o un hasta luego demasiado largo.

Siempre recuerdo la canción de Penélope, me pregunto cuánta gente esperará eternamente la vuelta de una promesa, y cuánta gente dejará pasar su vida porque no la reconocerá…