domingo, 13 de abril de 2014

¿quieres casarte conmigo?

Pues resulta que la gente sigue casándose, y no solo por lo civil, sino de riguroso blanco roto, desgastado, crudo o marfil; con ramo y con cura incluido, que parece que viene en el pack.
 
Ingenua de mí creía que se había superado este convencionalismo una vez que las iglesias han sufrido la misma despoblación de gente joven que actualmente le está ocurriendo al estado español. Pero al parecer, casarse, y por la iglesia, es más bonito, ostentoso y conlleva mayor felicidad para la familia: con la ilusión que le hace a la abuela que me case... no le voy a dar ese disgusto. 

Ya...

Personalmente, tanta ceremonio banquete, traje, regalos y despliegue de medios en general, me parece que va más ligado a una necesidad de protagonismo, de exhibición para demostrar que se ha conseguido con éxito llegar al siguiente paso que marca la sociedad, que a cualquier otra cosa. Abuela incluida. Primero tener un trabajo, luego un coche, una pareja, comprarse piso, casarse... y por último tener hijos. ah, y por supuesto el perro, o gato, que ahora está más de moda. ¿Qué más se puede tener en la vida? Los convencionalismo siguen ahí, demasiado enraizados para que las mentes estancas se arriñonen con la azada. 

¿Y qué pasa cuando ya has conseguido pasar todos los niveles?

Aún así, con pena debo admitir que no solo son estancas las mentes de quienes deciden dar el sí quiero y reciben un tifón de arroz, sino que la administración general está pensada para el matrimonio: hacienda, días en el trabajo por enfermedades o muerte, derecho a atención sanitaria cuando solo una de las dos personas está en el paro, y procrear... ¿porque cómo no te vas a casar si tienes un hijo o hija?

El amor, lo siento, pero no vale. Los convencionalismos y el blanco roto, sí.